lunes, 29 de enero de 2018

VIRGILIO: ÉGLOGA II

ECLOGA SECVNDA

Formosum pastor Corydon ardebat Alexin,
delicias domini, nec quid speraret habebat.
tantum inter densas, umbrosa cacumina, fagos
adsidue veniebat. ibi haec incondita solus
montibus et silvis studio iactabat inani;                                5
'O crudelis Alexi, nihil mea carmina curas?
nil nostri miserere? mori me denique cogis?
nunc etiam pecudes umbras et frigora captant,
nunc virides etiam occultant spineta lacertos,
Thestylis et rapido fessis messoribus aestu                          10
alia serpyllumque herbas contundit olentis.
at mecum raucis, tua dum vestigia lustro,
sole sub ardenti resonant arbusta cicadis.
nonne fuit satius tristis Amaryllidos iras
atque superba pati fastidia? nonne Menalcan,                      15
quamvis ille niger, quamvis tu candidus esses?
o formose puer, nimium ne crede colori;
alba ligustra cadunt, vaccinia nigra leguntur.
Despectus tibi sum nec qui sim quaeris, Alexi,
quam dives pecoris, nivei quam lactis abundans.                 20
mille meae Siculis errant in montibus agnae;
lac mihi non aestate novum, non frigore defit.
canto quae solitus, si quando armenta vocabat,
Amphion Dircaeus in Actaeo Aracyntho.
nec sum adeo informis; nuper me in litore vidi,                   25
cum placidum ventis staret mare. non ego Daphnin
iudice te metuam, si numquam fallit imago.
O tantum libeat mecum tibi sordida rura
atque humilis habitare casas et figere cervos
haedorumque gregem viridi compellere hibisco!                  30
mecum una in silvis imitabere Pana canendo.
Pan primum calamos cera coniungere pluris
instituit, Pan curat ovis oviumque magistros;
nec te paeniteat calamo trivisse labellum.
haec eadem ut sciret, quid non faciebat Amyntas?               35
est mihi disparibus septem compacta cicutis
fistula, Damoetas dono mihi quam dedit olim
et dixit moriens: 'te nunc habet ista secundum';
dixit Damoetas, invidit stultus Amyntas.
praeterea duo—nec tuta mihi valle reperti—                       40
capreoli sparsis etiam nunc pellibus albo,
bina die siccant ovis ubera; quos tibi servo.
iam pridem a me illos abducere Thestylis orat;
et faciet, quoniam sordent tibi munera nostra.
Huc ades, o formose puer, tibi lilia plenis                           45
ecce ferunt Nymphae calathis; tibi candida Nais,
pallentis violas et summa papavera carpens,
narcissum et florem iungit bene olentis anethi;
tum casia atque aliis intexens suavibus herbis
mollia luteola pingit vaccinia caltha.                                   50
ipse ego cana legam tenera lanugine mala
castaneasque nuces, mea quas Amaryllis amabat;
addam cerea pruna—honos erit huic quoque pomo—
et vos, o lauri, carpam et te, proxime myrte,
sic positae quoniam suavis miscetis odores.                       55
Rusticus es, Corydon; nec munera curat Alexis
nec, si muneribus certes, concedat Iollas.
heu heu, quid volui misero mihi? floribus Austrum
perditus et liquidis inmissi fontibus apros.
Quem fugis, a, demens? habitarunt di quoque silvas         60
Dardaniusque Paris. Pallas quas condidit arces
ipsa colat; nobis placeant ante omnia silvae.
torva leaena lupum sequitur, lupus ipse capellam,
florentem cytisum sequitur lasciva capella,
te Corydon, o Alexi; trahit sua quemque voluptas.            65
Aspice, aratra iugo referunt suspensa iuvenci
et sol crescentis decedens duplicat umbras.
me tamen urit amor; quis enim modus adsit amori?
a, Corydon, Corydon, quae te dementia cepit!
semiputata tibi frondosa vitis in ulmo.                              70
quin tu aliquid saltem potius, quorum indiget usus,
viminibus mollique paras detexere iunco?
invenies alium, si te hic fastidit, Alexin.'

TRADUCCIÓN 
(trad. de Eugenio de Ochoa, 1815-1872)


El pastor Coridón lamenta los desdenes del hermoso mancebo Alexis y procura cautivarle con promesas y halagos.

ALEXIS
El pastor Coridón ardía de amor por el hermoso Alexis, delicias de su dueño, y ni aun esperanzas alcanzaba. Frecuentemente se iba a la sombra de unas frondosas hayas, y allí, solitario, con inútil afán, confiaba a los montes y a las selvas estos desaliñados acentos. 
"¡Oh cruel Alexis! ¿Nada se te importa de mis cantos? ¿No te compadeces de mí? ¡Así me dejas morir? Ésta es la hora en que los ganados buscan las sombras y la frescura, en que los verdes lagartos se esconden bajo las cambroneras y en que maja Testilis ajos y serpol, hierbas olorosas, para los segadores fatigados por el ardiente estío, y yo entre tanto voy buscando tus pisadas por entre los arbustos, que, bajo un sol abrasador, resuenan con el canto de las roncas cigarras. ¿No me hubiera estado mejor sufrir las iras y los orgullosos desdenes de Amarilis? ¿No me hubiera valido mas servir a Menalcas, aunque él sea moreno y tú blanco? No fíes demasiado en el color, ¡oh hermoso mancebo! Se deja perder la blanca alheña y se cogen los oscuros jacintos. Me desprecias, Alexis, y ni siquiera preguntas quién yo sea, cuán rico soy en ganados, cuánto abunda la blanca leche en mis majadas. Mil ovejas mías vagan por los montes de Sicilia; no me falta leche fresca ni en verano ni en el rigor del frío. Canto como solía Anfión Tebano en el monte Aracinto de Acaya cuando juntaba sus rebaños. Ni tampoco soy tan feo; ha poco me vi en la playa, estando el mar muy sosegado, y si no mienten las aguas, no temo competir con Dafnis juzgándonos tú, ¡Oh!, ¡plázcate solamente habitar conmigo estos campos, para ti enojosos, y estas humildes chozas, y herir los ciervos y guiar con la verde vara de malvavisco un hato de cabritillos! Cantando conmigo en las selvas imitarás al dios Pan, que nos enseñó el primero a juntar con cera varias cañas; Pan protege a los ganados y a sus rabadanes. No temas herirte el labio con la caña; por aprender estos cantos, ¿qué no hacía Amintas? Tengo yo una zampoña formada de siete cañas desiguales, antiguo regalo de Dametas, el cual me dijo al morir: "Tú eres el segundo que la posee." Esto dijo Dametas, y el necio de Amintas tuvo envidia. Tengo también dos cabritillos manchados de pintas blancas que me encontré, no sin riesgo, en un valle; cada día apuran la leche de dos ovejas, y los guardo para ti. Grande empeño tiene Testilis, tiempo ha, por sacármelos, y al cabo lo conseguirá, pues te repugnan mis dádivas. Ven, ¡oh hermoso mancebo!, verás como las ninfas te traen canastillos llenos de azucenas; para ti la blanca Náyade cogiendo pálidas violetas, amapolas y narcisos los enlaza con la flor del fragante eneldo, y entretejiendo el espliego con otras hierbas olorosas, colora los suaves jacintos con la amarilla caléndula. Yo mismo cogeré para ti membrillos cubiertos de blando vello y castañas, a que era tan aficionada mi Amarilis, y a ellas añadiré doradas ciruelas, que también te gustarán. Y os cogeré además, ¡oh laureles!, y a ti, ¡oh mirto!, que naces junto a ellos, para que así colocados mezcléis vuestros gratos olores.
Necio eres, Coridón; Alexis no hace caso de tus dones y en porfía de dádivas no te cedería Iolas el campo. ¡Ah!, ¿qué he deseado, miserable de mí? Ciego de amor, he precipitado al Austro sobre las flores y a los jabalíes en las cristalinas fuentes. ¿De quién huyes, insensato? También los dioses, también el troyano Paris, habitaron algún día en las selvas. Recréese Palas en las fortalezas que levantó ella misma; ¡plázcannos sobre todo a nosotros las selvas! Sigue al lobo la torva leona, el lobo a la oveja; la oveja triscadora sigue al florido cantueso; a ti, ¡oh Alexis!, te sigue Coridón; cada uno va en pos de la afición que le arrastra. Mira, los bueyes vuelven de la labor, pendientes al yugo de los arados, y el sol en ocaso dobla las sombras, a cada instante mayores; yo entre tanto me abraso de amor; para este mal de amor, ¿qué término hay? jAh Coridón, Coridón! ¡Qué locura se ha apoderado de ti? Medio podadas tienes tus vides entre esos frondosos olmos. ¿Por qué no preparas a lo menos canastillos de mimbres y blandos juncos, que tanto necesitas? Otro Alexis encontrarás, si te desdeña éste.

No hay comentarios :

Publicar un comentario